Letras Para el Mundo
64° Concurso Internacional de poesía y narrativa.
Instituto Cultural Latinoamericano.
Los hijos de la Sra. Nelly heredaron los pilares que durante muchos años sostuvieron el hogar materno.
El varón, cambiaba constantemente los lugares en donde colocaba ese recuerdo familiar. Durante un tiempo afirmaba la sala de estar, pero por las repetidas ocasiones en que cambiaba las cosas, adornos, muebles, materiales de trabajo, etc. debía reubicar el pilar que ayudaba a sostener también su hogar.
Luego pasó a estar en la cocina, en la habitación, etc. Él decía que lo mantenía en su casa con el único fin de no abandonar ese apoyo materno, que lo utilizaba además como mueble de descanso para que cuando se sentía triste o desanimado, mágicamente, esa simple pieza de madera, lo volvía a la vida.
Por su parte, Adriana, su hermana, colocó el pilar en el patio de su casa y partir de él, construyó una calesita donde, con sus hijas pasaban horas y horas, ella sintiendo la presencia de su querida madre, y las niñas, jugando alegremente como cuando vivía Doña Nelly.
La “Abu Nelita”, se despertaba una hora antes que el resto de su familia, rezaba una pequeña oración, besaba a su marido, se colocaba curitas en el dolorido talón del pié izquierdo, se calzaba unas chinelas, bien mullidas para aliviar su malestar y de paso no hacer ruido mientras iba a la habitación de sus hijos. El sólo verlos le calmaba el dolor de su pié, el de los huesos de sus manos y de otras articulaciones de su cuerpo. Dibujaba una sonrisa en su rostro, que mágicamente se trasladaba al de sus hijos y lograba con ese simple gesto, modificar ocasionales pesadillas, y las transformaba en sueños agradables. Una vez despiertos y mientras desayunaban todos juntos, eran comentados alegremente. Después iban a jugar con la calesita de madera construida por Adalberto, su padre, quien había sido salvado en varias ocasiones por su compañera, ya sea de una gran depresión por el cierre de una estación de trenes en donde trabajó; de su vicio en el consumo de cigarrillos durante la adolescencia; de peleas con su padre…. y de varias soledades….
Adalberto trabajaba ad honoren como bibliotecario y su mujer en el hogar de ancianos donde, compartía con sus “contemporáneos de siempre”.
Los años y las enfermedades pudieron con Adalberto y Nelly… Sus hijos cumplieron con el deseo ¿final? de ambos, ser cremados y que sus cenizas cubran el hogar para eternamente permanecer juntos…
…Algo raro ocurrió al ser arrojadas las cenizas en la residencia, las mismas se adhirieron a los postes de madera que sostenían la casa… Este sorpresivo hecho se suma a que cuando el abogado mostró el texto de la herencia, el papel empezó a adquirir una textura rugosa, y apareció en letras brillantes la mención específica de la entrega de los pilares a cada uno de los hijos.
El papel referido, finalizaba con el siguiente texto:
“Nuestra ida no es real. Sólo nos escondimos en algún lugar de la casa, para que siempre nos busquen y nunca nos olviden. Lo que éramos los unos para los otros, lo seguimos siendo.
Búsquennos con el corazón, siempre, háblenos como siempre lo han hecho. No con un tono diferente.
Sigan riendo y nosotros nos daremos cuenta que nos buscan en su mente y alegría.
El hilo no está cortado. Las raíces siempre estarán uniéndonos”.
Alberto y su hermana decidieron utilizar todas las piezas heredadas del hogar materno para construir sus propias residencias…Donde se destacaban los pilares….
Ambas casas modificaban constantemente su diseño de acuerdo a la situación económica, creativa o familiar que se viviera, pero el suvenir heredado no cambiaba nunca. Era seguramente proveniente de un árbol frondoso, con largas ramificaciones, maduro, bello, que brindaba sombras y frutos abundantes. Nunca Alberto o Adriana buscaron el origen geográfico o biológico del pilar, el sólo saber que fue elegido por su madre, era seguridad que ninguna maderera podrían brindar.
Esta unión entre personas y objeto, supera el destino de la vida que es el olvido… Las tormentas, aves, descuidos, etc. lograron resquebrajar mínimamente el suvenir familiar… Sus astillas, ayudadas por el viento, las ropas de las nietas e hijos, se desplazaron a distintos lugares, y tiempos, podrían hasta estar en el aire alrededor Alberto y Adriana.
Las relaciones familiares construidas con sólidos basamentos de amor, respeto, tolerancia, acompañamiento, se mantienen por generaciones en la piel en las cosas que nos rodean y en las situaciones que vivimos. Nos convierten en lo que comúnmente llamamos como:
“Gente de buena madera”.-
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